El arte que resiste: el Museo de la Ciudad revela dos muestras que dialogan con el pasado y el presente
Por: Héctor Herrera
El Museo de la Ciudad de México abrió sus salas a dos exposiciones que celebran la fuerza del arte como herramienta de memoria, crítica y construcción comunitaria. Bajo los títulos "45 Años de Resonancia de un Oficio" y "Reynaldo Olivares: arte y compromiso", el recinto de la Secretaría de Cultura capitalina reúne dos trayectorias distintas, pero unidas por un mismo impulso: la vocación artística que nace de la raíz popular, del trabajo cotidiano y del compromiso con su tiempo.
La exposición dedicada a Reynaldo Olivares, grabador y pintor originario de Xico, Veracruz, tiene un origen singular que fortalece su sentido comunitario. Surgió a partir del programa Martes de Zócalo Ciudadano, una iniciativa del Gobierno de la Ciudad que abre espacios de diálogo directo entre ciudadanía y autoridades. Fue ahí donde el maestro presentó su proyecto, y tras mostrar su obra —marcada por la crítica social y la herencia del histórico Taller de Gráfica Popular— recibió el acompañamiento institucional que permitió transformar su propuesta en una muestra museística.
El trabajo de Olivares, integrante de la tercera generación del Taller de Gráfica Popular, recupera escenas, luchas y personajes que forman parte del tejido social del país. La claridad narrativa de sus grabados, la fuerza del contraste y la profundidad ética que recorre su obra le han permitido colaborar con movimientos sociales, organizaciones comunitarias y diversos medios culturales. Su exposición, instalada en la sala Gabinete de Maravillas, funciona como un puente entre la memoria gráfica de México y las preocupaciones contemporáneas, reafirmando el valor del grabado como herramienta histórica de comunicación y resistencia.
Junto a esta muestra se inauguró "45 Años de Resonancia de un Oficicio", dedicada al escultor Salvador Pizarro, artista chintololo cuya obra emerge de una relación íntima con los oficios tradicionales. Su formación se construyó entre carpinterías, talleres mecánicos y espacios artesanales de comunidades indígenas, experiencias que definieron una estética profundamente ligada a las tradiciones populares. Pizarro ha perfeccionado la técnica de la talla directa en madera, mármol y piedra, materiales donde encuentra texturas y formas que oscilan entre lo simbólico, lo inquietante y lo emotivo.
La exposición reúne más de veinte esculturas que reflejan escenas cotidianas, figuras emblemáticas y referencias a la vida popular mexicana. Cada pieza muestra la paciencia del taller, el rigor del oficio y la sensibilidad que guía al artista en cada trazo. Para la Secretaría de Cultura, la obra de Pizarro representa un legado que honra la continuidad de los oficios tradicionales en la Ciudad de México.
Ambas exposiciones permanecerán abiertas hasta el 28 de febrero de 2026 en el Museo de la Ciudad de México, ubicado en José María Pino Suárez 30, en el corazón del Centro Histórico. El acceso está disponible de martes a domingo, de 10:00 a 17:30 horas, con un costo general de 44 pesos.
Con estas dos muestras, el museo reafirma su papel como espacio que reconoce tanto la dimensión histórica del arte capitalino como las voces contemporáneas que siguen transformando la vida cultural de la ciudad. El diálogo entre ciudadanía, instituciones y artistas —como el que dio origen a la exposición de Olivares— revela que el arte no solo se expone: también se construye colectivamente, se comparte y se convierte en memoria viva.