20 años preso sin sentencia: cae el montaje que marcó a un país
Israel Vallarta salió libre este 1 de agosto de 2025, después de pasar casi dos décadas en prisión sin haber sido sentenciado. Su caso no solo marcó una de las injusticias más prolongadas en el sistema judicial mexicano, sino que también reveló un montaje mediático que terminó por desmoronarse.
La jueza Mariana Vieyra Valdés, del Juzgado Tercero de Distrito en Toluca, dictó sentencia absolutoria. Concluyó que la Fiscalía no presentó pruebas sólidas para sostener los delitos que se le atribuían: secuestro, delincuencia organizada, posesión de armas y privación ilegal de la libertad. La orden fue clara: libertad inmediata.
Vallarta fue detenido el 8 de diciembre de 2005 junto con su entonces pareja, Florence Cassez. Días después, ambos fueron presentados en un operativo televisado por Televisa, conducido por Carlos Loret de Mola. La escena fue vendida como un arresto en vivo, pero se trató de una recreación orquestada por la Agencia Federal de Investigación, entonces dirigida por Genaro García Luna.
Durante esa escenificación, Vallarta fue golpeado y presionado frente a cámaras. Las imágenes mostraban a un hombre sometido, con huellas visibles de tortura. El operativo fue ejecutado por Luis Cárdenas Palomino, mano derecha de García Luna, hoy también acusado por violaciones graves a los derechos humanos.
Mientras Florence Cassez fue liberada en 2013 por orden de la Suprema Corte, Vallarta permaneció en prisión sin recibir una sentencia durante casi 20 años. Su caso se volvió emblema de un sistema roto, donde la justicia llega tarde o nunca.
Al salir, Vallarta dijo sentirse confundido pero dispuesto a recuperar su vida y a exigir justicia por lo vivido. "Hay mucha gente que sigue encerrada como yo, sin pruebas, esperando años por un juicio que no llega", declaró.
La presidenta Claudia Sheinbaum reconoció el montaje como uno de los episodios más graves del sexenio de Felipe Calderón y aseguró que Vallarta tiene derecho a buscar reparación por los daños sufridos.
El caso Vallarta no solo refleja la fragilidad del Estado de derecho. También demuestra cómo, en México, una transmisión televisiva puede pesar más que la verdad.
¿Cuántos otros siguen pagando por un crimen que no cometieron, en silencio y sin cámaras?