El eco de 'El Jarocho': Irolo, la estación olvidada que podría volver a latir
Por: Inés Arroyo
La antigua estación ferroviaria de Irolo, en Tepeapulco, Hidalgo, podría renacer con la futura ruta de pasajeros México–Puebla–Veracruz. Este inmueble, construido en 1878, fue durante más de un siglo un punto clave para el transporte de plata y un sitio de paso para migrantes que buscaban llegar a Estados Unidos, lo que le valió el apodo de "Irolo Texas".
La estación formó parte del histórico Ferrocarril México–Veracruz, inaugurado en 1873 en el Porfiriato. Durante décadas funcionó como parada estratégica de "El Jarocho", tren que unía a la Ciudad de México con Veracruz. En sus andenes se cargaban barras de plata procedentes de Pachuca–Real del Monte, y sus vagones recibían a pasajeros que viajaban por negocios, placer o en busca de nuevas oportunidades.
El último recorrido de este tren de pasajeros se realizó en 1999. Desde entonces, la estación quedó en manos de Ferrosur y se usa únicamente para transporte de carga. Actualmente está cercada, custodiada por la Policía Industrial Bancaria de Hidalgo y sin acceso al público. Aunque cuenta con registro del INAH y está catalogada por Conaculta como patrimonio ferroviario, su deterioro es evidente: la bodega, el muelle de carga y las casas de sección permanecen en abandono.
Para los poco más de mil 800 habitantes de Irolo, el recuerdo del tren sigue vivo. Algunos rememoran viajes familiares hacia Córdoba, Veracruz; otros recuerdan el flujo constante de migrantes que cruzaban por la estación. El silbido de "El Jarocho" aún forma parte de la memoria colectiva, a pesar de que el lugar está en ruinas y rodeado de industrias.
Vecinos expresan su deseo de que la estación sea incluida en el nuevo proyecto ferroviario. Consideran que devolverle vida significaría recuperar una parte de su identidad y, al mismo tiempo, contar con una alternativa de transporte que los conecte de forma más directa con Puebla y Veracruz.
La estación de Irolo es más que un vestigio de piedra. Representa un vínculo con el pasado y una oportunidad de futuro. Su rescate no solo preservaría el patrimonio ferroviario de México, también permitiría que nuevas generaciones conozcan la experiencia de viajar en tren, como lo hicieron sus abuelos y padres.